El Camino Matildico - Santo Rostro
Un viaje que une Lucca con Módena, a través de tres regiones en nombre de Matilde de Canossa.
Desde Mantua, ciudad Patrimonio de la Humanidad, comienza la Vía Matilde del Volto Santo, una ruta que serpentea por los paisajes del valle del Po. Finalmente, llega a San Benedetto y a la espléndida Abadía de Polirone. Esta ruta de 284 kilómetros atraviesa tres regiones italianas vinculadas a la figura histórica de Matilde de Canossa.
La condesa Matilde prometió construir 99 hospitales para albergar a los peregrinos. Cien es el número del orgullo, y su fe no se lo permitió.
Sin duda, artífice de grandes innovaciones, con un carácter fuerte y decidido, la tradición, con más fuerza que la historia, le atribuye la fundación de ermitas e iglesias, caminos, puentes y castillos dondequiera que se manifestó su poder. La ruta toscana de la Vía Matildica del Volto Santo es sin duda un ejemplo paradigmático.
El sendero desciende hacia la Toscana desde San Pellegrino in Alpe, hasta este pequeño pueblo apenino, a 1525 metros sobre el nivel del mar, entre los bosques de hayas y los pastos de Garfagnana, una tierra rica en historia y parte integral de las tierras de Matilde de Canossa. El nombre está vinculado a San Pellegrino, hijo del rey de Escocia, quien renunció al trono para vivir como peregrino. Tras su muerte en el año 643, San Bianco continuó su labor de acogida de peregrinos, y unos siglos más tarde, se le atribuye la construcción del hospital, Matilde de Canossa.
Bajando el valle, en la Catedral de Barga, algunos querrían vislumbrar los rostros de la Gran Condesa y de sus padres Beatriz y Bonifacio en las figuras con largas trenzas que enmarcan el iconostasio.
En Borgo a Mozzano, otro icono del paisaje del valle, el famoso Puente del diablo sobre el río Serchio, fue construido por Matilde, según la tradición popular, que quería que los peregrinos pudieran llegar mejor a Bagni di Lucca para refrescarse en las aguas termales.
Caminando entre los olivos del fondo del valle, se llega a la Pieve Matildica di Diecimo y desde aquí se puede subir a la colina de Aquilea o, en el lado opuesto, a los relieves de Brancoleria.
Aquí, el paso por los caminos de la fe queda atestiguado por la presencia de numerosas iglesias parroquiales, con fantásticas representaciones de una Edad Media brillante y culta, que no podemos imaginar. En el iglesia parroquial de San Giorgio in Brancoli, una de las más bellas por su arquitectura, su mobiliario y sus paisajes, la tradición popular quiere aún entrever en una figura del púlpito historiado, un retrato de la Gran Condesa.
Sin embargo, llegamos a Lucca donde, dentro de la catedral, el viaje termina en presencia del volto santoAntes de entrar, en el marco del arco norte que conduce al pórtico, la tradición coloca un retrato de Matilde, emparejado, al otro lado del arco, con el del obispo Anselmo, su amigo y confidente.
No muy lejos de la ciudad, también el Castillo de Nozzano, El castillo, que se alza en una frontera muy disputada en tiempos de Matilde, entre Lucca y Pisa, se atribuye al testamento de la condesa. En su honor, cada año, al final del verano, el castillo retrocede en el tiempo y cobra vida con soldados y bufones, artistas y músicos, mientras el aroma a hipocrás y otras exquisiteces medievales impregna el aire.