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Catedral de San Martino

La catedral de San Martino, con su pórtico «cojo» y su fachada decorada con pequeñas columnas, es una de las iglesias más ricas e interesantes de Lucca.

Consagrada en 1070 por el papa Alejandro, inicialmente con cinco naves, la iglesia fue reconstruida y ampliada varias veces. La intervención más significativa data de 1308, año en que se rediseñó la fachada en su actual disposición asimétrica y se añadieron las exuberantes decoraciones de columnas y cornisas.

CONTACTOS

DIRECCION: Piazza San Martino, Lucca

TEL: 0583 490530

E-MAIL: info@museocattedralelucca.it

WEB: museocattedralelucca.it

 

Con la última intervención, finalizada en 1637, se completaron las decoraciones exteriores y la construcción de la Capilla del Santuario.

En su interior se conservan dos obras de arte emblemáticas de la ciudad: el sarcófago de Ilaria del Carretto, obra maestra renacentista de Jacopo della Quercia, y el antiguo Santo Rostro.

Ilaria del Carretto fue esposa de Paolo Guinigi, señor de Lucca en las primeras décadas del siglo XV, y murió a los 27 años en 1405. Para conmemorarla, su marido encargó su efigie a un artista considerado entre los más grandes escultores de la época. La obra es una de las más significativas de la escultura renacentista italiana.

El Santo Rostro es un crucifijo de madera que, según se dice, fue realizado por Nicodemo, un seguidor de Cristo. Llegado milagrosamente a Lucca, se guardó primero en la iglesia de San Frediano y luego se trasladó a la iglesia catedral. En recuerdo de este acontecimiento, todos los años se celebra en Lucca una larga y participativa procesión por las calles del centro histórico, iluminada con miles de pequeñas velas colocadas en cornisas y relieves arquitectónicos, que se conoce como la Luminara. A lo largo de los siglos, el Crucifijo fue adquiriendo cada vez más fama hasta convertirse en el símbolo de la propia ciudad y en destino obligado de devoción para los peregrinos que recorren la Vía Francígena.

Conectadas con la plaza de San Martino están la plaza de San Giovanni, donde se alza la iglesia de los Santos Giovanni y Reparata, y la plaza Antelminelli, con el Museo de la Catedral y la pila neoclásica diseñada por Lorenzo Nottolini para completar la monumental obra del acueducto.

El campanario, que data de los siglos XII-XIII y tiene unos 60 metros de altura, se construyó con materiales locales heterogéneos, como piedra de Guamo y piedra caliza de Santa Maria del Giudice (ambas canteras se encuentran a pocos kilómetros de la ciudad, a los pies del Monte Pisano). Subiendo los 217 escalones, los visitantes llegarán al campanario, desde donde podrán disfrutar de una panorámica de 360° de la ciudad y la llanura de Lucca.

El atrio es accesible mediante una rampa con una pendiente del 25% (227x140). La entrada principal tiene una rampa con una pendiente del 19% (118x118) y un escalón posterior de 4 cm hacia abajo.

 

Itinerarios puccinianos

Giacomo Puccini, tras recibir el bautismo en la casa donde nació con autorización especial, fue conducido a la Catedral para completar los ritos bautismales.

En esta misma Catedral, todos sus antepasados habían desarrollado una parte considerable de sus actividades como organistas, compositores y concertistas. En aquella época, la iglesia estaba dotada de dos espléndidos instrumentos, hoy desgraciadamente desmantelados, de los que quedan visibles los pabellones del coro y las lengüetas.

Para la fiesta de la Santa Cruz de 1872, el joven Giacomo hizo aquí su debut profesional, como asistente del segundo coro, por 3,72 liras. En el programa figuraba un Mottettone de su padre Michele. La dirección coral corrió a cargo de su tío Fortunato Magi.

A pesar de las numerosas peticiones de su madre Albina, Giacomo nunca logró obtener el puesto de organista, ocupado por Puccini ininterrumpidamente durante 124 años -desde 1740 hasta la muerte de su padre Michele en 1864-, debido al mal criterio de los miembros de una comisión, a la que la Opera di S. Croce había confiado la decisión.

Alcanzada la fama y establecido lejos de Lucca, Puccini recordaba siempre sus primeras apariciones y no dejaba de interesarse por la música que se interpretaba. Precisamente de ellas hablaba con su amigo Gustavo Giovannetti y en septiembre de 1887 escribía a su cuñado Raffaello Franceschini, con su habitual habilidad para mezclar lo sagrado y lo profano: «Cuéntame qué hay de nuevo en Lucca y qué música están haciendo para Santa Croce y todo lo que ha pasado, muertes, violaciones, robos, adulterios, ovejas».