El encanto de Lucca está también en el entrelazamiento de épocas, historias, personajes y arquitectura.
El viaje por una ciudad napoleónica insospechada puede deparar muchas sorpresas.
A principios del siglo XIX, la princesa de Lucca, Elisa Bonaparte Baciocchi, emprendió un programa de renovación de la ciudad, sacrificando en ocasiones espacios históricos en favor de un trazado más "moderno" de la ciudad que no habría sido el mismo sin su intervención.
Renovó calles, palacios y las propias murallas de la ciudad, promovió la fundación de institutos educativos y de investigación, y trajo nuevas fragancias de todo el mundo a los jardines y palacios.
La Puerta Elisa y el Palacio Ducal son las dos piedras angulares de lo que, en los planes de los arquitectos de la Princesa, habría constituido un recorrido imperial dentro de la ciudad amurallada.
La entrada desde la nueva Porta Elisa, significativamente abierta en dirección a Florencia, habría sido el arco triunfal, la entrada a la avenida que habría conducido, cortando la ciudad, hasta el Palacio Ducal frente al cual, sacrificando toda una manzana urbana, se habría abierto la gran plaza dedicada al Emperador. Sin embargo, el proyecto sólo se completó parcialmente.
El 14 de julio de 1805, Élisa se traslada al Palacio Ducal. El 10 de agosto del mismo año comenzaron las obras de renovación del Palacio de los Príncipes y en diciembre del mismo año las de la plaza.
El palacio ha sido el centro del poder político de la ciudad durante siglos. Con Elisa Bonaparte Baciocchi adquirió el aspecto que tiene hoy, y sólo con su profunda e innovadora intervención se hizo visible y legible en el mapa funcional de la ciudad.
El objetivo era: tout comme à Paris con la adaptación de la zona de servicio, despensas, fontanería con agua caliente y fría tanto en las cocinas como en los baños, pero también el arte de recibir y cocinar, la moda y la vida cortesana, que tuvieron un considerable desarrollo y difusión en este periodo.
El Jardín Botánico fue fundado por Élisa en 1814, poco antes de abandonar la ciudad. El proyecto se abandonó entonces para completarse sólo con la intervención de María Luisa de Borbón unos años más tarde. Testigo de esta época es el gran cedro del Líbano que recibe a los visitantes en la entrada.
También de Élisa fue el primer proyecto de transformación de la Mura Urbane, que dejó de ser un edificio militar para convertirse en un paseo público en el que pudieran instalarse largas avenidas arboladas, rotondas para carruajes y cafés de moda, que los comprimidos espacios de la ciudad no podían albergar.