Un día en Lucca con Dante
Digamos que los habitantes de Lucca, entre los muchos pueblos toscanos, no eran los preferidos de Dante, que incluso en la Comedia, salvo algunos personajes, los menciona siempre como malos ejemplos, aduladores, trueques y glotones.
En el octavo círculo del bolgie infernal, conoció a Alessio Interminelli, un noble de Lucca del lado blanco. En el sexto cuadro del Purgatorio, entre los glotones, el poeta lucchés Bonagiunta Orbicciani que le predice una estancia en la ciudad de Lucca, asegurándole que la ciudad le acogerá con benevolencia. "Femmina è nata, e non porta ancora /benda"/ comenzó el, "che ti farà piacere / la mia città, come ch'om la riprenda". Es la misteriosa Gentucca Será ella quien, con su cordial hospitalidad, hará que Dante cambie de opinión sobre Lucca.
¿Pero, quién es Gentucca?
Para algunos historiadores se trata de Gentucca Morla, mencionada en varios documentos de Lucca y que en 1317 acogió al poeta. El escritor estadounidense Clayton Barbeau hizo de ella una novela de amor titulada precisamente Dante y Gentucca (1974). Tanto si se trata de una "amitiè amoureuse", como de una casta y delicada devoción alimentada por la mujer que le protegía delicada y castamente, nos gusta pensar que, gracias a esta mujer, el Supremo se reconcilió con la ciudad.
Todo el mundo dice que los dos se encontraron en lo que se llama el "canto d'arco", es decir, en la intersección de Via Roma, Via Santa Croce, Via Fillungo, Via Cenami (el cardo romano y el decumanus maximus), un lugar de encuentro tradicional para la gente de Lucca. Desde ese punto se puede ver, en el estrecho telescopio de Via Fillungo, la Torre Cívica, aún no dotada del reloj por el que es conocida.
La ciudad que conoció Dante era muy diferente de la Lucca de hoy,
empezando por las murallas, más pequeñas y defendidas por torres redondas. Algunos tramos de la muralla medieval en piedra caliza, ancichè en ladrillo, se pueden ver en el lado norte de la ciudad, cerca de la plataforma de San Frediano.
Los restos de las torres redondas se pueden ver en la plaza del baluardo san Martino y del baluardo santa Croce.
Las dos puertas de entrada, la de Santa María y la de San Gervasio y Protasio, ahora incluidas en la ciudad actual, a lo largo del recorrido de la Via dei Fossi. Fue a partir de esta última que, llegando desde Florencia, Dante entró en la ciudad, no sin antes haber pasado los minuciosos controles de la milicia que la presidía.
Si quieres un retrato de esta ciudad en aquella época, puedes buscarlo en la iglesia de San Paulino.
En el crucero de la izquierda, una gran pintura de Baldassare di Biagio, representa, a los pies de la Virgen Asunta al cielo, la torre de la ciudad que ya era inmensamente rica gracias a la producción y al comercio de finas sedas como las que llevan los personajes del primer plano.
Las casas de los tejedores, que no se ven en el cuadro, se abrían sin duda a la Via Fillungo con las estructuras de balcones y grandes ventanales que aún se vislumbran en la fachada continua y apretada de la Via Fillungo.
Ciertamente, vio las grandes iglesias construidas unas décadas antes en el novísimo estilo arquitectónico aportado por los lombardos: San Martino con su frenética teoría de historias historiadas en la fachada y la elegante San Michele, en el antiguo foro romano, en la que, unos siglos más tarde, se colocó también un retrato de nuestro Poeta, sustituyendo a uno de los protomes que marcan los capiteles, en compañía de otros tantos grandes de la historia y la literatura italianas.
Pero cuando Dante quiere representar la mejor ciudad, no puede evitar recordar el milagroso Volto Santo (verso 48 del Canto XXI del Infierno, primera cantica de la Divina Comedia) o Santa Zita (Infierno, XXI, 37-42 ). La casa de los Fatinelli en la que Zita empezó a servir a los doce años se encuentra en una pequeña calle lateral de la Via Fillungo, cerca de la Basílica de San Frediano. Enseguida fue apreciada por los pobres por su generosidad y por su familia por su dedicación al trabajo y su bondad de corazón.
Tal vez movida por la envidia, otra criada de los Fatinelli insinuó la sospecha de que Zita estaba robando a la familia. Un día, los Fatinelli se la encontraron en la escalera cuando se dirigía a una familia necesitada, y le preguntaron qué llevaba en ese delantal hinchado que apenas podía mantener con las manos. Aunque el delantal estaba lleno de pan, Zita se asustó y contestó que eran flores para la Virgen, desató el delantal y cayeron de él flores y hojas.
Conocida por su bondad de corazón y su caridad, Santa Zita fue tan venerada en Toscana que el propio Dante la identificó con la ciudad para darle una imagen positiva, una prueba más de la gran devoción popular de la que Zita fue protagonista. En la fecha de redacción de la Divina Comedia, Zita ya había muerto (1278), pero aún no había sido canonizada.
En la casa donde vivía, en via Fatinelli, hay un pequeño pozo que recuerda un milagro del que Zita fue protagonista. No teniendo otra cosa, ofreció a un pobre peregrino el agua del pozo que, al tocarla, se convirtió en vino, sin duda un alimento más sustancioso para el pobre viajero.
Su cuerpo se conserva en la iglesia de San Frediano, milagrosamente momificado en el momento de su muerte.
Su flor consagrada es el narciso que se ofrece en pequeños ramos y su culto se ha extendido por todo el mundo.